Precioso relato.

Posiblemente no me quedaría demasiado, diez minutos a lo sumo de vida. Notaba como el barco se hundía y ya no había diferencia entre nadie, ni niños, mayores, edades, peso, clases sociales, mujeres, hombres, ni nadie. Lo único que hacíamos ahora era unir las manos, sabiendo que no tardaríamos mucho en caer. Me arrojé a sus brazos, le miré y mis labios se volvieron valerosos, le besé. En ese momento el mundo que quedaba a mi alrededor de derrumbó, el me devolvió su último beso con amor, y así de este mundo se despidió. Adiós.